viernes, 7 de mayo de 2010

PROSPECTOS: DE LA PURISSIMA




LA SUSTANCIA:

Son la nueva cara del gusto exquisito, un ejemplo de buena alquimia entre el pedigrí musical y el histrionismo escénico.
No llevan juntos más de un año, no hacen por el momento temas propios, pero son ya un rumor en la noche, y como tal, avanzan con lengua de humo intoxicando locales a golpe de cabaret. Tan pronto suenan jazz que a mambo italiano, travisten un cuplé que hacen pasar por tiple a Brithney Spears. Atuendo años 50, una cantante monumental cuyas curvas volverían loco al mismo Fellini, un trío de ases llevando el groove por viejos callejones, en suma, la BSO del Neorrealismo Madrileño.

Y puede que en la China aún no lo sepan, pero si en hoteles de caché, como el Puerta de América, en donde pudo verse el glamouroso estreno de estío, también en tugurios de alcurnia, como la cocktelería Joselafredo o el club Le Swing, que celebró su clausura con aires de jazz puríssimo y donde cuentan que la cantante se tajó a cuchillo la lengua sentenciando, Madrid se queda mudo.

Si señores, esto es De la Puríssima, espectáculo sin trabas, visceralidad, estilo, un carrusel de viejos y nuevos sonidos que atraviesa oblicuo cualquier esfera sin despeinarse.



LOS COMPONENTES:
Julia de Castro: Actriz, cantante, violinista, amante del burlesque y una de las piezas clave de este proyecto. Como frontwoman se devora al público que da gusto, en especial a los hombres, a los que hace víctimas de su descarnado personaje. Curtida en las jam sessions de la capital y sobre las tablas de los teatros, combina a la perfección el canto con el dramatismo. Puede producir atavismo si se atiende con rigor a sus consideraciones estéticas.

Miguel Rodrigañez: Contrabajista y la otra pieza clave que concluye el proyecto. Se encarga de la dirección musical, lo que aporta al grupo una gama rica y rigurosa en arreglos y armonías. Aunque bebe del jazz y el clásico, ha desarrollado con los años una versatilidad que le permite tocar casi todos los palos. Sólo hay que ver como suena, para darse cuenta de hasta donde puede llegar esta banda.

Gonzalo Maestre: Batería. Curtido en la escena jazzera madrileña, también ha formado parte del grupo Marlango. Fino y atmosférico, mantiene viva la base percusiva que alimenta las canciones.

Juan Cruz Peñaloza: Desde argentina, es el encargado de las teclas. Su agilidad tocando se combina de forma óptima con su capacidad para improvisar y no es raro oírle colar de repente un guiño a Spinetta en mitad de una canción de Gershwin.



LA DOSIS. DISCOPUB LA NOCHE. 12/04/2010:
¿Almodovar dónde estás?, me pregunté de pronto, cuando vi a Julia de Castro bajar del camerino ataviada con mantilla negra y peineta. Como si de una virgen se tratara, pisó de puntillas la palestra, mientras el trío la acompañaba de cintura, tocando con aire alegre un pasodoble napolitano.

El local estaba lleno, demasiado en silencio, señaló ella. Era como si los viejos fantasmas del vodevil hubieran sido convocados e infundieran en todos un respeto trascendental. El encargado, Agustín, parecía no haber visto ese aforo desde los tiempos dorados de Olga Ramos. La Noche se limpiaba por momentos las telarañas y recuperaba sus galones de café cantante.

Poco a poco la sensualidad y la brillante ejecución fueron templando el ambiente hacia una terreno más carnal y el bullicio afloró, aunque moderadamente. Las piezas de Carossone y Buscaglione se fueron alternando con viejos chotis y cuplés, tímidamente travestidos a base de buen swing. La cantante agarró el violín y para el Pichi ya estaba sin mantilla y provocando. El show subía de tono. Ute Lemper se hubiera sentado a mirar el descaro con el que Julia iba retando al público y ganándoselo al mismo tiempo.

Una vez crecido el personaje, el cabaret echó a andar por la tela, y música y monólogo se fueron antagonizando sin fricciones. Exitos de Dean Martin, Peggy Lee o Rosemary Clooney fueron dando brillo y matiz al análisis que esta femme fatale hace del hombre de hoy y de siempre. Hasta cuatro víctimas sufrieron su azote, justo después, nos azuzó sutil con el estándar "You don´t know what love is".

A este le siguieron otros, y el show se amansó, como si acariciases a una bestia de terciopelo y esta te rugiera bajito al oído. Fue con los primeros acordes del "Tico-tico no fubá", que salimos de ese estado narcotizante en el que nos había sumido y cuando nos dimos cuenta, estábamos bailando de nuevo a Carossone o riéndonos con el cuplé que reza: Ramón, es un buen aparato de calefacción.

El show llegó a su fin con un popurrí de alto voltaje, y el que arrancó como uno de los himnos del rythm & blues, "Fever", terminó transformándose, en el rompepistas "Crazy in love" de Beyonce. Toda una lección de estilo y la confirmación de que esta banda es capaz de atravesar décadas sin que el repertorio se desmorone en ningún momento.



*Foto & Videos: One Dragones™