viernes, 20 de agosto de 2010

EL SEGUNDO ANTES*

La Niña King Kong se llena de esperanza, tiene un sueño, se permite un minutito. Resopla profundo y los ojos se le van al cielo, como dos globos que fueran de cristal, de un cristal antiguo, de uno que estuvo en un cofre y recorrió los mares, de mano en mano, y ahora por fin, tienen el peso de los sueños, ligerito, ligerito.

La Niña King Kong enseña su sonrisa y bate palmas, con sus largas manos tiesas a la altura del pecho. Tiene un sueño y una maletita donde cabe casi todo lo bueno. Se le cae un papel al suelo, es un pasaje, lo recoge y lo besa; brilla como la luna, Niña King Kong.

Lejos, muy lejos, donde el mar se acurruca, allí vive Miguelito. Como cada día, se despierta muy temprano y se va a pescar. El sol ha dejado en él pequeñas arruguitas en las manos aunque trata sus aperos con el tiento de un TEDAX. Arma el cebo con ternura sobre el anzuelo y arroja el sedal al agua acariciando el nailon.

Miguelito tuvo otra vida, en otro tiempo, lejos del mar, una vida peligrosa. Salvó la vida de otra gente, pistola en mano, salvó la suya con mucha suerte, hasta que un día dijo: basta, lo dejó todo y se marchó a perseguir la luz más sencilla que pudo imaginar.

La Niña King Kong se aleja por la carretera, montada en un autobús, abraza su maletita y sueña con un puñado de cosas sencillas junto al mar. Huye, porque tiene esperanza, frente a lo malo, lo oscuro, la negra linea comesangre. Ya salvó la vida a mucha gente y ahora por fin, no quiere que le roben la suya.

El autobús llega a su última parada y La Niña King Kong baja despacito, con miedo y con inocencia, sintiendo la brisa planear en bucles sobre su pelo. Pasito a paso, baja la calle y piensa que el amor es así, sencillo como una sorpresa.

En la iglesia canta una campana y los vencejos son flechas que cortan la tarde. La plaza está desierta y al fondo una luz brilla, es el bar donde el tiempo se detuvo. La Niña King Kong se acerca, apoya la maletita y se asoma a mirar. Tras la barra ahí está, es él, Miguelito, quien la mira congelado. Ella dice hola, y le enseña su sonrisa. El dice, hola, y atrapa el vaso en el último instante.


*Curioso. Este cuentito acaba el segundo antes de que la vida impacte con el deseo y se improvise una historia.

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